Es bueno, es ingenioso y es de Hugo... ese buitrago que aparece y desaparece de estas páginas.
Allí está el asunto: los egos y la muerte. Si el paraíso fuera paraíso, Guayasamín haría un retrato de Cortazar exalando el humo del último faso del último fardo, mientras "El Pájaro" Parker berrea Loverman, observando la mano de Raúl deslizarse sigilosa por la entrepierna de Wilde.
Del otro lado de la sala, apenas perceptible por las rancias luces de las lámparas empotradas en el centro de cada mesa, forradas en imitaciones de seda de colores y reflejantes de aves, tigres de bengala y dragones coloidales, un largo sorbo de ron bajaría por la garganta de Hemmingway, mojando el relato de su último encuentro boxístico (perdió con una escopeta comenta); y la Kalho, y la Pizarnik y la Mistral, lo interrumpen con su concurso de tequila.
Sobre la barra, casi sutilmente, Marlon Brando hace el amor a una negra cubana de inmensas caderas y diminutos senos, apaludido por James Dean que apenas y puede mantener los anteojos en su sitio. Observa y se acaricia Marilyn Monroe, secundada por Janis Joplin que empieza a gemir una imporvisación al ritmo del saxo de Charly, que ha optado por ampliar su Loverman otros nueve minutos... Borges decide al fin copular mientras se observa en un espejo y Caicedo Andrés comparte su marihuana con Arango Gonzalo quien despotrica mil veces de Yoko Ono y de Angelita.
Lenon no mira a nadie, Tagore medita, Gandhi arde en el infierno con otro par de monjas.
Pero el paraíso no es el paraíso y aquí los egos no nos dejan ver. Vendrá la muerte.
martes, 11 de diciembre de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario