Un libro de mi infancia que tantas veces me hizo soñar con las historias de piratas. No creo que haya mejor obra para seducir a un niño en este viaje de la literatura. Aquí les dejo el inicio para que se animen. Yo jo jo y una boella de ron
Dado que el squire Trelawney, el doctor Livesey, y el resto de los señores me han pedido que escriba todos los pormenores referentes a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin omitir otra cosa que la situación de la isla, y eso porque aún quedan allí tesoros por desenterrar, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo a la época enque mi padre llevaba la posada del «Almirante Benbow», y el viejo y curtido marinero, con el sablazo en la cara, vino a alojarse bajo nuestro techo.Lo recuerdo como si fuera ayer, cuando llegó pesadamente a la puerta de la posada, seguido de su cofre de marinero en una carretilla; era un hombre alto, recio, pesado, avellanado; la coleta alquitranada le caía sobre los hombros de su sucia casaca azul; sus manos, llenas de señales y costurones, tenían unas uñas negras y rotas; y la chillada que le cruzaba la mejilla era de un color lívido y sucio. Recuerdo que echó una mirada a toda la ensenada, sin parar de silbar por lo bajo, y a continuación atacó esa vieja canción marinera que tan a menudo cantaba después:
¡Quince hombres van con el cofre del muerto!
¡Yo-jo-jo, y una botella de ron!
con aquella voz alta y temblona que parecía haberse templado y quebrantado en las barras del cabrestante. Luego llamó a la puerta con untrozo de palo, una especie de espeque que llevaba, y al aparecer mi padre pidió en tono áspero un vaso de ron. Cuando se lo trajeron, empezó a beber despacio, como un catador, demorándose en su sabor, sin parar de mirar en torno suyo, hacia los acantilados, y hacia el cartel de nuestra posada.
miércoles, 28 de mayo de 2008
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