miércoles, 28 de mayo de 2008

La isla del tesoro

Un libro de mi infancia que tantas veces me hizo soñar con las historias de piratas. No creo que haya mejor obra para seducir a un niño en este viaje de la literatura. Aquí les dejo el inicio para que se animen. Yo jo jo y una boella de ron

Dado que el squire Trelawney, el doctor Livesey, y el resto de los señores me han pedido que escriba todos los pormenores referentes a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin omitir otra cosa que la situación de la isla, y eso porque aún quedan allí tesoros por desenterrar, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo a la época enque mi padre llevaba la posada del «Almirante Benbow», y el viejo y curtido marinero, con el sablazo en la cara, vino a alojarse bajo nuestro techo.Lo recuerdo como si fuera ayer, cuando llegó pesadamente a la puerta de la posada, seguido de su cofre de marinero en una carretilla; era un hombre alto, recio, pesado, avellanado; la coleta alquitranada le caía sobre los hombros de su sucia casaca azul; sus manos, llenas de señales y costurones, tenían unas uñas negras y rotas; y la chillada que le cruzaba la mejilla era de un color lívido y sucio. Recuerdo que echó una mirada a toda la ensenada, sin parar de silbar por lo bajo, y a continuación atacó esa vieja canción marinera que tan a menudo cantaba después:

¡Quince hombres van con el cofre del muerto!
¡Yo-jo-jo, y una botella de ron!


con aquella voz alta y temblona que parecía haberse templado y quebrantado en las barras del cabrestante. Luego llamó a la puerta con untrozo de palo, una especie de espeque que llevaba, y al aparecer mi padre pidió en tono áspero un vaso de ron. Cuando se lo trajeron, empezó a beber despacio, como un catador, demorándose en su sabor, sin parar de mirar en torno suyo, hacia los acantilados, y hacia el cartel de nuestra posada.

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