Cuando William Ospina publicó Ursúa, la crítica literaria abrazó la novela como uno de los hechos editoriales de 2005. A finales de este mes, sale al mercado El país de la canela, el segundo libro de esa trilogía en la que está empeñada Ospina. Aquí les va un fragmento del capítulo 8, que sirva de abrebocas a lo que se viene.
Por fín llegó la hora de la partida. Los cien jinetes ansiosos y crueles que remontaron la sierra, los ciento cuarenta peones acorazados que caminábamos atrás, los millares de indios de las montañas que cargaban en fardos las sogas, las hachas, las palas, las demás herramientas y las armas, las dos mil llamas cargadas de granos y provisiones, y los dos mil cerdos argollados, forman todavía en la memoria una confusión imborrable. Pero sobre ese largo recuerdo persisten los perros, con sus carlancas de hierro en el cuello erizadas de púas para protegerlos de las otras bestias, los perros abriendo camino a las llamas cargadas que rumiaban atrás por la ruta, los perros siguiendo a la nube de cerdos que gruñían noche y día, los perros feroces abriendo los caminos de la montaña. Tú no sabes lo que era aquello, y yo no quisiera repetirlo nunca. Los perros furiosos, los perros hambrientos... el eco interminable de sus ladridos... sólo los aguaceros a veces lograban atenuar en los montes el estruendo infernal de los perros.
miércoles, 1 de octubre de 2008
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