Un texto del colombiano Juan Carlos Botero
Bajaron los presos del camión. Entraron callados y en fila a la cárcel. Todos vieron el letrero colgado sobre la entrada. Algunos lo leyeron: "Aquí entra el hombre, no el delito". Los presos atravesaron fuertemente custodiados el corredor de baldosas verdes y fueron encerrados en la jaula. Al cabo de un rato, los sacaron uno por uno para tomarles los datos y las huellas. Después, les asignaban el patio correspondiente. Un negro grande con aspecto de bailarín fue asignado al Salón Rojo. ¿El salón rojo? preguntó al guardia que lo acompañaba. Suena bueno. ¿Le parece? dijo el guardia, y sonrió. No es rojo por lo divertido, dijo, y volvió a sonreír.
viernes, 28 de septiembre de 2007
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