Tanta desesperanza en este autor que nos regaló el mundo "Bajo el volcán".
Querida, querida, querida, dijo la golondrina china... De vez en cuando el paso de un tranvía ahoga el murmullo de tu recuerdo, de modo que incluso el recuerdo se convierte en un traqueteo de hierro espantosamente atenuado -transformado en mil campanadas de bronce que marcan el tiempo en mi cerebro con un millón más de campanadas, una por cada segundo, o por cada hora, o por cada neón que pasamos juntos-, pero aquí estoy, huyendo una vez más de mis sentimientos auténticos, que son francamente terribles.
lunes, 21 de enero de 2008
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