ah! las descripciones de Faulkner
Se pusieron de pie cuando ella entró, una mujer baja, gorda, de negro, con una fina cadena de oro que le bajaba hasta el talle y se perdía en la cintura, apoyada en un bastón de ébano con puño de oro opaco. Su esqueleto era pequeño y menudo; quizá por eso lo que hubiese sido mera robustez en otra, era obesidad en ella. Parecía hinchada, como un cuerpo largamente sumergido en agua inmóvil y con la misma tez pálida. Los ojos, perdidos en los repliegues adiposos de la cara, parecían dos pedacitos de carbón metidos en un bollo de masa, pasando de una cara a otra mientras los visitantes exponían su misión.
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