martes, 30 de octubre de 2007

Juntos

Un texto de María José Barrios, otra cazadora de cuentos mínimos

Toman café como si acabaran de conocerse. Intercambian memorias y cumplidos. Ella se prueba un vestido atrevido. Él le regala algo totalmente superfluo. Compran todo aquello que no se pueden permitir. Pasean de la mano. Espían en los probadores. Comparten un helado. Hacen el amor en el lavabo de señoras Y luego entran en el cine.

Justo antes de cerrar, devuelven todas las extravagancias que han comprado y se van a casa con las manos vacías y la cabeza llena de recuerdos.

De noche, fingen que no son más que un matrimonio aburrido. Él con su periódico, ella con su libro. Buenas noches, cariño. Buenas noches. Clic. A oscuras, ambos cuentan en silencio las horas que faltan para volver a encontrarse en una cafetería cualquiera de algún centro comercial.

jueves, 25 de octubre de 2007

Cuentos mínimos

Tres textos de la bitácora de Idgie W. Mcgregor, un personaje irreal como la red en la que abandona sus palabras y que encontré blogueando en sus cuentos mínimos.

"El gigante se escondió, muy quieto, detrás del molino."

"El gran artista Nicolai Petrovski se echó a llorar como un niño al comprobar que el cuadro que acababa de pintar era una falsificación. Y bastante torpe, por cierto. Hasta un ciego se daría cuenta de que aquello no era un auténtico Petrovski."

"El físico Leo Szilard anunció una vez a su amigo, Hans Bethe, que estaba pensando en escribir un diario: “No me propongo publicarlo. Me limitaré a registrar los hechos para que Dios se informe.” “¿Tú crees que Dios no conoce los hechos”, preguntó Bethe. “Sí”, dijo Szilard, “Él conoce los hechos, pero no conoce esta versión de los hechos."

viernes, 19 de octubre de 2007

Historias de la madrugada 3

Vuelve el cuento corto al blog, gracias a este texto de Hugo Andrei Buitrago

Todavía esperaba el sueño por llegar. La Quinta Avenida no era lo que esperaba, pero era.

Al llegar a la esquina, apenas daba la primera probada al café en el vaso de icopor, presentía el ardor en la lengua, pero se sabía con alguna propención por el masoquismo.

El semáforo cambió dando el permiso para continuar aquel recorrido a ninguna parte. Una sensación de roce espectral en la espalda lo hizo girarse repentinamente, estrellando el vaso con el codo de la persona a su costado. El café hizo estremecer el cuerpo mientras dejaba su huella por la camisa blanca y el pantalón crema. Apuntaló el madrazo lleno de resaca al imprudente peatón... el grito nunca salió de los labios, se atoró con los ojos verde gris de la apenada joven.

El vaso en el suelo derrama las últimas gotas de café.

Los inicios

Siempre me he maravillado con las frases con que inician los grandes textos. Son como una ventana desde donde se vislumbra no sólo un nuevo mundo sino donde el peso del lenguaje se adivina con las primeras letras. Aquí les dejo algunos de mis favoritos... cuáles son los suyos?

"Antes de apasionarme por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia". La vorágine.

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Cien años de soledad

"Al despertar Gregorio Samsa una mañana tras un sueño intranquilo, encontrose en su cama convertido en un monstruoso insecto". La metamorfosis

"En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba sin orden y vacía. Había tinieblas sobre la faz del océano, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas". La biblia (no me digan que no es una bella novela)

"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo". Pedro Páramo

martes, 16 de octubre de 2007

La biblioteca total

Qué tal este fragmento de Borges

Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles. Ha inventado el Infierno, ha inventado la predestinación al Infierno, ha imaginado las ideas platónicas, la quimera, la esfinge, los anormales números transfinitos (donde la parte no es menos copiosa que el todo), las máscaras, los espejos, las óperas, la teratológica Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espectro insoluble, articulados en un solo organismo... Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta Biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el encesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira.

viernes, 12 de octubre de 2007

El nombre

Cómo no traicionar los cuentos que siempre publico, cuando se deslizan las palabras de Gabriela Santa.

Pronúnciame.
Dibuja con tu lengua el nombre que he olvidado
sobre esta masa que aún no sabe que vive
Cose con tu saliva los fragmentos de mi alfabeto disperso
sana con tus besos el dolor de la arcilla hecha cuerpo
borra con tus manos las lágrimas que manan de mi cara.
Graba con tus ojos las letras que me animan
Graba en mí cantos
de pájaros de sílabas
de cascadas de sílabas
Tráeme a vaharadas
Los silencios cadenciosos de la hierba contra el viento.
Ensálmame
hasta que aprenda a ver la luz de tus relámpagos
Rásgame el orificio de la boca
Rasga la boca de la muerte
hasta que la muerte en éxtasis nos dispare sus constelaciones.
Haz de mi un Golem
Para que yo
Tropezando entre vocales recién nacidas
Pronunciando tu nombre vuelva a crearte.

martes, 9 de octubre de 2007

Homenaje al poeta

©Claudia Isabel es poeta. No se su apellido. Creo que tampoco lo quiero saber. El rastro de sus palabras es suficiente. Tanta tristeza. Tanta saudade.


El bufón llega de su gira de excentricidades y busca en mi, refugio para su cansancio. Me recorre primero con sus ojos negros y penetrantes, me estudia, olfatea mi pelo, sonríe a medias. Sabe que mis brazos lo rodean sin preguntar. Él es como un sueño, breve y fugaz. No hay preguntas y mucho menos respuestas. Es efímero, a veces irreal; también puede ser esa llama que me quema y me ilumina, porque él tiene su propia luz, y yo mi propia oscuridad. Desaparece en otoño. Regresa en primavera. Los extremos no le gustan, las mañanas tampoco. Es un noctámbulo que sólo respira la noche. A mí me agrada el otoño porque se despoja de todo su deterioro; renace pronto, y se vuelve a inventar. Me queda el cuerpo vacío sin vos, bufón. Las palabras que pensé se precipitan y caen, no hay quien las escuche, sólo estas cuatro paredes sordas. Parto una manzana, y esa otra mitad, la tuya, se oscurece en el rincón. No hay retorno para tanto silencio. No hay eco sin palabras, sin gemidos. El viento agita las hojas de los árboles, puedo verlo por la ventana. Me trae el amargo recuerdo de tu ausencia, de los años pasados, y de la juventud que quiere despedirse, aunque no se lo permita. Y a pesar de todo lo que acontece, de tu recuerdo, y de que la vida sigue…Vos no estas desde hace tiempo. Ahora prefiero pensarte intacto. Con tu enorme y hermosa sonrisa de bufón; tu salvaje presencia inspiradora de locos poemas, tu lirismo encantador, tu imponente figura: dura y conmovedora. Hubiese querido estar en ese instante final, sostenerte la mano, decirte cosas lindas, porque amabas todas las cosas lindas, en especial las palabras. ¡No es justo que la belleza muera, que el poeta muera, y que mi mundo pierda tus ojos negros, penetrantes y llenos de fuego! Me hice amiga de tu recuerdo. Tengo una vida, una historia que construyo día a día. Con el tiempo aprendí que el amor no desaparece; se muda para poder habitar otros cuerpos y poder contar otras historias.

jueves, 4 de octubre de 2007

Bienvenido, Bob


Un fragmento de este cuento de Onetti para que se animen a buscarlo y a leerlo.


Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara, cerca del piano, con un libro o simplemente quieto y aparte, abstraído, mirándonos durante una hora sin un gesto en la cara, moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de cenizas la solapa de sus trajes claros.

Igualmente lejos -ahora que se llama Roberto y se emborracha con cualquier cosa, protegiéndose la boca con la mano sucia cuando toso- del Bob que tomaba cerveza, dos vasos solamente en la más larga de las noches, con una pila de monedas de diez sobre su mesa de la cantina del club, para gastar en la máquina de discos. Casi siempre solo, escuchando jazz, la cara soñolienta, dichosa y pálida, moviendo apenas la cabeza para saludarme cuando yo pasaba, siguiéndome con los ojos tanto tiempo como yo me quedara, tanto tiempo como me fuera posible soportar su mirada azul detenida incansablemente en mí, manteniendo sin esfuerzo el intenso desprecio y la burla más suave. También con algún otro muchacho, los sábados, alguno tan rabiosamente joven como él, con quien conversaba de solos, trompas y coros y de la infinita ciudad que Bob construiría sobre la costa cuando fuera arquitecto. Se interrumpía al verme pasar para hacerme el breve saludo y no sacar los ojos de mi cara, resbalando palabras apagadas y sonrisas por una punta de la boca hacia el compañero que terminaba siempre por mirarme y duplicar en silencio el silencio y la burla.

lunes, 1 de octubre de 2007

Los diez mandamiento del escritor

Para todos aquellos visitantes fantasmas que se atrevieron a abrir la ventana pero que aún no dejan sus huellas en los comentarios o en el correo... para los que dejaron ver su rostro y sus palabras... para todos... los diez mandamientos de Nancy Kress

Escribe regularmente. Si no tienes mucho tiempo, escribe al menos cinco minutos por día.

Escribe el tipo de ficción que amas leer.

No esperes a la inspiración para comenzar.

Escribir es reescribir. Siempre.

Escucha todas las críticas con la mente bien abierta.

Lee todo lo que puedas. Y más también.

No sigas las tendencias en boga. Cuenta las historias que desees y como desees.

Dedica especial atención al primer párrafo. El que pega primero, pega dos veces.

Trata de "convertirte" en tus personajes mientras los escribes.

No te desanimes ante un rechazo. Al 90 por ciento de los escritores más exitosos les dijeron al menos una vez que se dedicaran a otra cosa.