jueves, 19 de noviembre de 2015

Lágrima de luna


Es tiempo de volver a mi blog...


Desde que la vi desaparecer doblando la esquina, inauguré los tiempos del abandono. Nunca supe su verdadero nombre ni quise preguntarlo. Llámame como quieras, habría dicho. Matilde, Amaranta, Amalia, Lolita. Había aparecido una noche cualquiera y partió la primera mañana del sexto mes sin recoger siquiera las caricias que había regado en mi cuerpo. Incluso hoy, cuando despierto en las madrugadas, en la cima del reino del silencio, si mantengo los ojos cerrados casi que puedo oírla cantar tangos viejos. Estoy seguro de que no es el viento. (2013)

sábado, 22 de febrero de 2014



Un pequeño video como homenaje a Pijao Editores.

miércoles, 23 de enero de 2013

Me basta

Encontré a Ángel González gracias a Pedro Guerra... ahora no me puedo quitar las bellas imágenes que este español logra en su poesía


Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).

jueves, 22 de noviembre de 2012

Este pájaro

Porque yo también he sido pájaro... este bello poema de Miguel Serrano

Este pájaro, prisionero en la alcoba,
ronda dolorosamente los muros y se lanza, implacable,
contra el cristal que miente la inmensidad abierta a su plumaje.
Este pájaro esquivo se estrella y cae desde el dintel;
y de nuevo se estrella y cae,
y resucita el vuelo que le hace desear más infinitos.
Este pájaro apunta al aire y la distancia
y sin embargo va perdiendo las alas y la vida en la ventana injusta,
contra la transparencia sólida nacida de la roca y del hombre.
Este pájaro se encoge moribundo en una esquina:
el pico ensangrentado, temblando pluma a pluma,
reventado el corazón.
Y luego sin un trino, sin paz,
muere este pájaro.
En sus ojos abiertos se reflejan los diáfanos cristales.

jueves, 11 de octubre de 2012

IMPRECACIÓN

Elías Nandino fue médico y poeta. Vivió casi toda su vida con la muerte respirando sobre sus hombros, acusado por una leucemia que jamás se decidió a llevárselo. Premio Nacional de Literatura de México en 1979.

Represento el fantasma de mí mismo,
el habitante de mi propia ruina,
un cuerpo que deambula por inercia,
dos pupilas abiertas que no miran.
Soy el retrato de un desconocido,
el árbol seco que de pie medita,
el insomnio soltero, la experiencia
saturada de hombres y de olvidos.

Soy lo que resta de una brasa muerta,
el cóncavo delirio de un abrazo,
un inquemante asedio que no encuentra
dónde acampar su tímida lujuria:
simulada erección de carne enjuta
que ni busca, ni quiere, ni apetece.

Son el instinto sofrenado, todo
lo que sufre un impulso sin deseo,
santo laico, el huir que se consuma
con querer caminar sin dar un paso,
o el sediento que calma su sequía
con la humedad que bebe en espejismos.

La muerte, cuando tarda, es una inepta,
estira una existencia sin derecho,
prolonga una ansiedad que nada ansía,
se obtina en incendiar lo que no arde.

La existencia senil es un absurdo,
una intemperie de desolaciones,
un inútil acecho de recuerdos,
un impotente alucinado infierno...

Muerte indecisa, amago detenido:
entiende la obsesión con que te llamo
y apronta tu llegada.
Yo te pido
que acudas a salvame de la vida.


jueves, 30 de agosto de 2012

Sobre el porvenir de nuestras instituciones educativas

Una reflexión oportuna de Federico Nietzsche de la que extraigo un par de apartes...

Efectivamente, en el periodismo confluyen las dos tendencias: en él se dan la mano la extensión de la cultura y la reducción de la cultura. El periódico se presenta incluso en lugar de la cultura, y quien abrigue todavía pretensiones culturales, aunque sea como estudioso, se apoya habitualmente en ese viscoso tejido conjuntivo, que establece las articulaciones entre todas las formas de la vida, todas las clases, todas las artes, todas las ciencias, y que es sólido y resistente como suele serlo precisamente el papel de periódico. En el periódico culmina la auténtica corriente cultural de nuestra época, del mismo modo que el periodista -esclavo del momento presente- ha llegado a substituir al gran genio, el guía para todas las épocas, el que libera del presente. Ahora dígame usted, maestro, qué esperanzas podía abrigar, en una lucha contra el desbarajuste -que se da por doquier- de todas las auténticas aspiraciones, dígame usted con qué coraje podía presentarme, como profesor aislado, aun sabiendo que, apenas se arrojara una simiente de cultura auténtica, pasaría por encima de ella inmediata y despiadadamente la apisonadora de esa pseudocultura. Piense en lo inútil que debe resultar hoy el trabajo más asiduo de un profesor, que por ejemplo desee conducir a un escolar hasta el mundo griego -difícil de alcanzar e infinitamente lejano- por considerarlo como la auténtica patria de la cultura: todo eso será verdaderamente inútil, cuando el mismo escolar una hora después coja un periódico o una novela de moda, o uno de esos libros cultos cuyo estilo lleva ya en sí el desagradable blasón de la barbarie cultural actual.

...

Por consiguiente, amigos míos, no cambiéis esta cultura, esta diosa etérea, de pie ligero, por esa útil doméstica que a veces recibe incluso la denominación de “la cultura”, pero que no es sino la sierva y la consejera intelectual de las necesidades de la vida, de la ganancia y de la miseria. Por lo demás, una educación que haga vislumbrar al fin de su recorrido un empleo, o una ganancia material, no es en absoluto una educación con vistas a esa cultura a que nosotros nos referimos, sino simplemente una indicación de los caminos que se pueden recorrer para salvarse y defenderse en la lucha por la existencia. Indudablemente, semejante indicación tiene una importancia máxima e inmediata para la gran mayoría de los hombres: cuanto más difícil es la lucha, tanto más debe aprender el joven y tanto más debe poner en tensión sus fuerzas.

Pero nadie debe creer que las instituciones que lo incitan a esa lucha y lo capacitan para combatir pueden considerarse como instituciones de cultura. Se trata de instituciones que se proponen superar las necesidades de la vida: así, pues, pueden hacer la promesa de formar a empleados, o a comerciantes, o a oficiales, o a mayoristas, o a agricultores, o a médicos, o a técnicos. Sin embargo, en esas instituciones se aplican, en cualquier caso, leyes y criterios diferentes de los necesarios para fundar una institución de cultura: lo que en el primer caso está permitido, podría ser en el segundo caso un error delictivo.


miércoles, 22 de agosto de 2012

IBAGUÉ



 Aprendimos a vivir con el corazón retumbando
al ritmo de los tambores de guerra
CP


Seis veces quemamos sus casas y seis veces volvieron con más hombres y más perros y más sed de sangre. Olían raro. Traían el pelo en las caras y la muerte en los ojos. Y perdimos por traición. Mataron las mujeres y la esperanza. Tiraron los niños de brazos a la furia de sus perros mientras que los volantones fueron lanzados vivos, junto con los cuerpos muertos, al río que teñido de sangre se dibujaba al fondo del abismo. En medio de las lágrimas y con la rabia apretada en los dientes, corrimos por el llano. Éramos poco más de 100. No cruzábamos palabras ni miradas y en medio de la vergüenza por la huida decidimos borrar la derrota de una vez por todas. Que no existiera ni siquiera en nuestra memoria. Grupos pequeños fueron plantados para cubrir la retirada mientras dos de los nuestros recorrieron el camino por una senda paralela matando uno por uno a sus hermanos con la certeza de que siempre sería mejor una raza extinta a una raza vencida. El amanecer se vio sorprendido por los picos carroñeros que se daban un festín de miradas muertas. Fui el último. Caminé sin rumbo por la planicie con el sol quemando mi frente y con el olor de la sangre manchando mi piel y mi boca. Fue entonces cuando entoné mi oración maldita: Que nadie hable de los pijaos, que nadie. Que no sepan que seis veces quemamos las casas y que seis veces los blancos volvieron a fundar el pueblo. Que nadie imagine el sufrimiento de nuestras mujeres y de nuestros niños. Que nadie busque jamás nuestra memoria. Que desaparezca nuestro nombre de la faz de la tierra y que Ibagué, el hombre que hizo de la traición su canto, caiga en el olvido”.

Pero el destino estaba escrito. Las sombras retumbaron desde la meseta sus tambores, dejándolas  sonar para siempre en los corazones de los mestizos que fundaron entre gritos de guerra la tierra firme que hoy descansa entre las montañas. 

Y entonces nació la leyenda.

viernes, 17 de agosto de 2012

Poema en forma de mujer que dicen temeroso, matutino, inútil


Cuando leí La Colmena, de Camilo José Cela, sentí que había perdido mi virginidad lectora. Ya no era un joven devorador de historias sino un buscador de secretos. Cómo contar historias, cómo hilvanarlas. Y leía y releía y me devolvía, y pensaba en la estructura, y cómo hizo, cómo escribió. Pero no vamos a hablar de La Colmena, sólo que la recordé cuando ví el nombre del español firmando este bello poema que hoy comparto.


Ese amor que cada mañana canta
y silba, temeroso, matutino, inútil
(también silba)
bajo las húmedas tejas de los más solitarios corazones
-¡Ave María Purísima!-

y rosas son, o escudos, o pajaritas recién paridas,
te aseguro que escupe, amoroso
(también escupe)
en ese pozo en el que la mirada se sobresalta.
Sabes por donde voy:

tan temeroso
tan tarde ya
(también tan sin objeto).
Y amargas o semiamargas voces que todos oyen
llenos de sentimiento,

no han de ser suficientes para convertirme en ese dichoso,
caracol al que renuncio
(también atentamente).
Un ojo por insignia,
un torpe labio,

y ese pez que navega nuestra sangre.
Los signos de oprobio nacen dulces
(también llenos de luz)
y gentiles.
Eran
-me horroriza decirlo-
muchos los años que volqué en la mar
(también como las venas de tu garganta, teñida de un tímido color).

Eran
-¿por qué me lo preguntas?-

dos las delgadas piernas que devoré.
Quisiera peinar fecundos ríos en la barba
(también acariciarlos)
e inmensas cataratas de lágrimas
sin sosiego,

desearía, lleno de ardor, acunar allí mismo donde nadie se atreve a
levantar la vista.
Un muerto es un concreto
(también se ríe)
pensamiento que hace señas al aire.
La mariposa,

aquella mariposa ruin que se nutría de las más privadas
sensaciones,
vuela y revuela sobre los altos campanarios
(también hollados campanarios)
aún sin saber,
como no sabe nadie,

que ese amor que cada día grita
y gime, temeroso, matutino, inútil
(también gime)
bajo las tibias tejas de los corazones,
es un amor digno de toda lástima.

lunes, 13 de agosto de 2012

Historia de madrugada


Ahora que estoy volviendo a mi blog como una manera de respirar, me disculpan los escasos lectores si esta vez publico un texto de mi autoría... No es un cuento, es más un texto cualquiera, de esos que a veces cazan con otros textos que uno escribe y arman, solos, una historia. Si no es un cuento, no tenía ni siquiera que tener dedicatoria, pero ésta vez, si la tiene. Para el Buitre, y sus historias de madrugada.

Nunca había visto el bar tan vacío. Parecían lejanos los días en que a las diez de la noche el ruido y las risas y el golpeteo de las copas lo llenaban todo. Los meseros jugaban al cara y sello en una de las mesas mientras el pianista organizaba, otra vez, las partituras que jamás leía. El viento de la noche se colaba por entre las ventanas dejando un frío que no calaba en los huesos sino en las palabras que se negaban a salir de nuestras bocas. Afuera, los carros con música estridente cortaban el aire dejando además el ruido de los motores como telón de fondo de la música que aun sonaba. Nelson, el Barman, seguía apilando botellas y limpiando vasos que no aguantaban una pasada mas del trapo blanco, deshilachado. Y sí, nunca había visto el bar tan vacío. No había ni siquiera uno de esos espontáneos de planta que celebran la tristeza cantando a medio grito y brindando con cualquier desconocido. No. Todo tenía esa tristeza densa de los domingos al atardecer. Pero era viernes. Ya casi medianoche. Y el rey era el silencio.

viernes, 10 de agosto de 2012

Al oído del lector

A veces, cojo la guitarra. No hay una hora especial. Sólo paso cerca de ella y la veo solitaria, en el rincón, tan lejos de las madrugadas frías y los viejos amores. Entonces me vuelco sobre ella. Dejo que mis dedos se deslicen por sus cuerdas intentando recordar los días en que no había nada más importante que aprender una nueva canción. No importa que desafinado acorde improvise. Siento que la guitarra sonríe. Y entonces vuelvo a escribir, vuelvo a pescar historias, a releer las palabras de otros, a intentar manchar la hoja en blanco. Y el blog. 



No fue pasión aquello,
Fue una ternura vaga
Lo que inspiran los niños enfermizos,
Los tiempos idos y las noches pálidas.

El espíritu solo
Al conmoverse canta:
Cuando el amor lo agita poderoso
Tiembla, medita, se recoge y calla.

Pasión hubiera sido
En verdad; estas páginas
En otro tiempo más feliz escritas
No tuvieran estrofas sino lágrimas.


(José Asunción Silva)